perdonar es sanar

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viernes, 5 de julio de 2013

lafortaleza de la vida

Sabemos que el rey David era un hombre conforme al corazón de Dios, que era un verdadero adorador de naturaleza que reconocia y testificaba siempre de las bendiciones y de la ayuda de Dios, no olvidando tampoco que fue un pastor de ovejas que les daba su protección cuidándolas de los osos, leones y lobos rapases que les quisieran hacer daño, pero también era un guerrero que enfrentaba a sus enemigos diariamente asi como también las adversidades y tribulaciones de su vida.
Jehova es mi luz y mi salvación; ¿de quien temeré? Jehova es la fortaleza de mi vida; ¿de quien he de atemorizarme? Salmo 27: 1
Este versículo de este Salmo nos habla acerca de la luz, la oración, la salvación, temor, fortaleza y confianza.
El rey David sabia perfectamente y totalmente que podía confiar plenamente en Dios, ya que El era su luzNecesitamos la virtud de la fortaleza para evitar el descamino, para dejar a un lado las baratijas de la tierra y no permitir que el corazón se apegue a ellas.

I. Recordemos el Evangelio cuando nos relata el martirio de Juan el Bautista [1], que fue fiel, hasta dar la vida, a la misión recibida de Dios. Si en los momentos difíciles hubiera callado o se hubiera mantenido al margen de los acontecimientos, no habría muerto degollado en la cárcel de Herodes. Pero Juan no era como caña que se mueve con cualquier viento. Fue coherente hasta el final con su vocación y con los principios que daban sentido a su existencia.
La sangre que derramó Juan, junto a la de los mártires de todos los tiempos, se uniría a la Sangre redentora de Cristo para darnos un ejemplo de amor y de firmeza en la fe, de valentía y de fecundidad. El martirio es la mayor expresión de la virtud de la fortaleza y el testimonio supremo de una verdad que se confiesa hasta dar la vida por ella. El ejemplo del mártir «nos trae a la memoria que a la fe se debe un testimonio (…) personal, preciso, y -si llega el caso- costoso, intrépido; y nos recuerda, en fin, que el mártir de Cristo no es un héroe extraño, sino que es para nosotros, es nuestro» [2]: nos enseña que todo cristiano debe estar dispuesto a entregar su propia vida, si fuera necesario, en testimonio de su fe.
Los mártires no son sólo un ejemplo incomparable del pasado; nuestra época actual es también tiempo de mártires, de persecución, incluso sangrienta. «Las persecuciones por la fe son hoy muchas veces semejantes a las que el martirologio de la Iglesia ha registrado ya durante los siglos pasados. Ellas asumen formas diversas de discriminación de los creyentes, y de toda la comunidad de la Iglesia (…). como dice en la escritura Sea la luz de Jehova nuestro Dios sobre nosotros, Y la obra de nuestras manos confirma sobre nosotros; Si, la obra de nuestras manos confirma. Salmo 90: 17

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